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LA DEMOCRACIA ES UNA FORMA DE GOBIERNO EN LA QUE ES POSIBLE DESHACERSE DEL GOBIERNO

El 4 de julio de 1776, los firmantes de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos definieron uno de los pilares básicos de la Democracia: el derecho y la posibilidad de los gobernados de reformar o abolir el Gobierno para instituir otro nuevo más acorde con sus aspiraciones.

«Sostenemos como evidentes por sí mismas dichas verdades: que todos los hombres son creados iguales; que son dotados por su Creador de ciertos derechos inalienables; que entre estos están la vida, la libertad y la búsqueda de la felicidad; que para garantizar estos derechos se instituyen entre los hombres los gobiernos, que derivan sus poderes legítimos del consentimiento de los gobernados; que cuando quiera que una forma de gobierno se vuelva destructora de estos principios,el pueblo tiene derecho a reformarla o abolirla, e instituir un nuevo gobierno que base sus cimientos en dichos principios, y que organice sus poderes en forma tal que a ellos les parezca más probable que genere su seguridad y felicidad»

En uno de mis Blogs favoritos, «La decadencia de Occidente» del economista Miguel Navascués, http://www.miguelnavascues.com/2014/08/la-democracia-no-existe-ni-ha-existido.html , se recordaba hace unos días, el artículo que el profesor Karl R. Popper publicó en el diario El Pais http://elpais.com/diario/1987/08/08/opinion/555372008_850215.html el 8 de agosto de 1987, cuya lectura íntegra recomiendo y del que me permito extraer algunos párrafos.

«Propiamente, sólo hay dos formas de gobierno: aquellas en las que es posible deshacerse del gobierno sin derramamiento de sangre por medio de una votación y aquellas en las que eso no es possible. Ésa, y no la cuestión de cuál es la designación correcta de esa forma de gobierno, es la cuestión verdaderamente importante. Normalmente a la primera forma se la denomina democracia y a la segunda dictadura o tiranía. Pero en este momento no se trata de debatir palabras (como DDR). Lo decisivo es únicamente la destituibilidad del gobierno sin derramamiento de sangre.
Hay procedimientos distintos para llevar a cabo esa destituibilidad. El procedimiento mejor es el de la votación: unas nuevas elecciones o un voto de censura en un parlamento elegido democráticamente pueden derribar a un gobierno. Eso es lo realmente importante.»

Es, por consiguiente, falso poner el énfasis (tal y como se hizo desde Platón hasta Marx, y como se ha seguido haciendo posteriormente) sobre la pregunta: «¿Quién debe gobernar? ¿El pueblo (la plebe) o los mejores? ¿Los (bondadosos) trabajadores o los (malvados) capitalistas? ¿La mayoría o la minoría? ¿El partido de izquierdas, el partido de derechas o el partido de centro?». Todas esas preguntas están planteadas de una forma equivocada. Pues, mientras sea posible deshacerse del gobierno sin derramamiento de sangre, la cuestión realmente importante no es quién gobierna. Todo gobierno derribable estará muy fuertemente interesado en comportarse de tal forma que la gente esté contenta con él. Y ese interés desaparece en el momento en el que el gobierno sabe que no es tan fácil deshacerse de él

El sistema electoral español, en sus distintas facetas, Congreso, Senado, Cámaras Autonómicas y Entidades Locales, es un sistema proporcional si bien con importantes mecanismos correctores de muy distinta naturaleza que favorecen las opciones mayoritarias y que no vamos a analizar aquí. Pero es un sistema proporcional.

La dispersión del voto en no menos de seis opciones de carácter nacional y otras tantas autonómicas puede plantear, de cara a las próximas Elecciones en 2015, serios problemas de gobernabilidad en Ayuntamientos y Comunidades Autónomas. Sin embargo, como decía Popper, el problema no será tanto formar Gobierno como qué hacer para controlar y en su caso deponer a aquellos gobiernos que no cumplan adecuadamente su misión. ¿A quién, de los varios partidos de la coalición gobernante, pedir responsabilidades? ¿Cómo impedir una nueva coalición del partido dominante con otros nuevos socios para seguir manteniéndose en el poder?

«Así se va convirtiendo en costumbre el no hacer responsable de las decisiones de Gobierno a ninguno de los partidos ni a ninguno de sus líderes. Y el que un partido pierda un 5% o un 10% de sus votos no es interpretado por nadie como una sentencia de culpabilidad; y menos que, por nadie por parte de los electores, por los gobernados: señala solamente una fluctuación momentánea de popularidad.

Incluso cuando la mayoría de los electores quiere desembarazarse del Gobierno mayoritario existente, tampoco entonces puede conseguirlo absolutamente. Pues incluso aunque un partido que dispuso hasta entonces de la mayoría absoluta (de forma que se le puedan pedir responsabilidades) pierda esa mayoría absoluta, dentro del sistema proporcional seguirá siendo, a pesar de todo, con gran probabilidad, el partido mayoritario. Por eso mismo podrá formar, con el apoyo de uno de los partidos más pequeños, un Gobierno de coalición. Y de esa forma, al líder destituido del partido mayoritario le será posible seguir gobernando, contra la resolución de la mayoría y apoyándose en la decisión de un partido pequeño, que puede estar muy lejos de representar la voluntad del pueblo.«

Por no hablar del enorme poder que adqieren los denominados «partido bisagra», tanto más cuando se trata de coaliciones tripartitas o cuatripartitas, en ocasiones extravagantes o contra natura.

«Naturalmente, un partido pequeño de ese tipo puede derribar, sin nuevas elecciones y sin orden alguna del electorado, un Gobierno y formar junto con los partidos de oposición un nuevo Gobierno (en grotesca contraposición a la idea en la que se basa la proporcionalidad: la idea de que el influjo de un partido debe ser correspondiente al número de sus electores).»

El Partido Popular (de igual manera que lo hizo hace unos años el Partido Socialista) está planteando una reforma de la Ley Electoral que consiste en garantizar que sea elegido Alcalde de un Municipio el candidato que encabece la lista que obtenga un mayor número de votos. Apoyando dicha propuesta, no obstante creo que debería darse un paso más y que la Ley debería garantizar que dicho Alcalde, con su equipo de gobierno fuera capaz de dirigir el Ayuntamiento con todas las consecuencias. Dejar a un Alcalde gobernar en clamorosa minoría es lanzarle a una «misión imposible».

Puede que muchos piensen que mantener esta opinión es ir contra corriente y que el electorado español quiere huir de los sistemas mayoritarios; que mayor proporcionalidad es mayor democracia y que la «dictadura» de los partidos se acabaría ampliando el espectro político de los gobiernos. No lo creo así ni creo que eso añada valor a la Democracia, y más en un Ayuntamiento.

«La proporcionalidad crea el peligro de que se desvalorice, de que se bagatelice la decisión electoral de la mayoría, y con ello también la influencia de una derrota electoral sobre los partidos (un influjo beneficioso que la democracia necesita). Y para una clara decisión mayoritaria es importante que haya un partido de oposición lo más fuerte y bueno posible. Porque, de lo contrario, los electores se verán con frecuencia obligados a permitir que siga gobernando un Gobierno malo; no hay nada mejor»

Si esto no se arregla, con las coaliciones y componendas que se nos vienen encima, los electores van a terminar presentando reclamaciones al maestro armero.

Acerca de Manuel Marco Camacho

Manuel Marco Camacho, nacido en San Vicente del Raspeig, Alicante, (diciembre 1958) Licenciado en Ciencias Económicas por la Universidad de Valencia, Auditor de Cuentas y Técnico de Administración General del Ayuntamiento de Alicante. Ha sido Gerente de Mercalicante, S.A. y Asesor de la Presidencia de la Diputación de Alicante. Desde 2007 a 2015 fue Concejal del Ayuntamiento de San Vicente del Raspeig por el Partido Popular, y ha sido delegado de Hacienda y Administración General en dichos mandatos.

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