Dicen que el sistema democrático es bueno porque permite a los ciudadanos, a usted y a mi, elegir cada cierto tiempo si las cosas deben hacerse de una forma o de otra. Puede que muchos piensen que esto es un tópico, pero al menos tenemos una oportunidad.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo están las cosas en la economía, en el Gobierno y la Administración. Es demasiado complicado. Hasta tal punto que quienes conocen y analizan la realidad con mayor profundidad disienten en el análisis y en las medidas a adoptar para solucionar los problemas que a todos nos afectan.
Pero nosotros tenemos que decidir. Los economistas han estudiado los problemas de la toma de decisiones en situaciones con información insuficiente o incertidumbre. Es más, en la mayoría de las ocasiones la información de la que disponemos es insuficiente e incluso errónea. Entonces ¿cómo acertar? ¿qué hacer?
En mi modesta opinión, lo primero, dar a las cosas la importancia que tienen. No se trata de tomar decisiones trascendentales en la vida de una persona. Esas se producen más de tarde en tarde. Pongamos las cosas en su sitio: se trata de ver de qué forma orientamos aquello que nos afecta colectivamente y en el ámbito público, teniendo presente que el alcance de esa decisión es limitado.
Por eso, uno debe desconfiar de quienes dan demasiada importancia a dicha decisión. Afirmaciones como que te juegas tu futuro, el futuro de tu nación, el bienestar, el progreso, etc. no son sino exageraciones. Por regla general las cosas van más despacio y hace falta que una sociedad se equivoque muchas veces seguidas para terminar mal. Y ahí es donde la democracia juega su papel, porque nos da la oportunidad de corregir.
Lo segundo es ser conscientes de las limitaciones de la política y sobre todo de la política económica. En este punto es interesante descubrir a quien va “de farol”. La actitud de quienes se presentan con soluciones para todo (hasta para que no se corte la mayonesa) resulta cargante. Todavía es más irritante la de quines se comprometen a realizar proyectos para los que no tienen ni la competencia legal, ni los medios económicos, y la mayor parte de las veces, ni pajolera idea.
Últimamente se ha puesto de moda una especie de inflación de propuestas en los programas de gobierno. A ver quién da más. Programas con 250, 400, 500 ideas, propuestas y compromisos vienen compitiendo, a ver si la gente al final llega a aburrirse y no se las lee. Han convertido los programas electorales en algo así como la letra pequeña de los contratos, o las cláusulas de conformidad en Internet, que al final todos aceptamos sin haber leído.
Lo tercero, encontrar la contradicción. Y aquí podemos hacer juicio de futuro y otro retrospectivo. Ofrecer y comprometerse con la reducción de gastos y la austeridad y sumar y sumar compromisos de ampliación, mejora, implantación de nuevos servicios y dotaciones, subvenciones, gratis total, apoyos, incentivos, colaboraciones, incrementos, etc. etc. , sencillamente, no parece muy creíble. Si además el análisis se hace retrospectivo puede usted formarse un juicio muy certero. Por sus obras los conoceréis.
Merece una mención especial aquello que afecta a la ideología, la afinidad de pensamiento, de convicciones o creencias. Si las ideologías están en decadencia sustitúyase el termino por simpatía, estilo o el que se quiera. En definitiva se trata de confiar en aquellos que supuestamente comparten nuestra forma de ver la vida en un sentido muy amplio, muy abstracto. Esto a veces juega muy malas pasadas a quienes idealizan demasiado la política, porque la política es, en mucchas ocasiones, práctica y no doctrina. Pero hasta en esto es más fácil asimilar una medida política ingrata si quién la ha adoptado es afín a nuestras ideas. Ello no obstante, todo tiene un límite.
Por último hay que hacer referencia al “factor humano”, al quién y no al qué. Aquí no hay consejo que valga. No hay posible análisis. Elegir a las personas prudentes, honradas, tenaces, justas y equilibradas, con la cabeza bien amueblada, o todo lo contrario, es cuestión de cada cual.
Pero me atrevo a dar una pista para mejor acertar en la elección: mirar de quiénes se rodean y cuál es su actitud hacia ellos, en el ámbito de los equipos de gobierno, en sus colaboradores y en aquellas personas que por motivos profesionales, empresariales o sociales pueden estar cercanos a su labor pública.
Si después de hacer este sencillo análisis todavía no lo tiene claro piense que seguro que otros decidirán por usted. Así que luego no se queje.
Muy buen articulo.Particularmente pienso como usted,pero ya son muchos años en los que en nuestro país no estamos contentos en general con la política y es que hay que ser «más felices», más prácticos»,»más amigos» y no ser el pueblo del «abuso» en el más amplio sentido de la palabra,esto si que es «reflexionar».
Dado que pocas veces somos pioneros podríamos copiar lo bueno de sistemas como los de los países del norte por ejemplo,donde la «calidad de vida» y la educación es un ejemplo a seguir. Yo ya he decidido.